jueves, 25 de agosto de 2011

EL LENGUAJE

El ser humano: ente capaz de penetrar en el mundo de las causas y los efectos, unidad biológica poseedora de infinitas concepciones del universo y a su vez ser que vive en tres tiempos – presente, pasado y futuro – estado al cual llamamos conciencia.
Pero dentro de esta conciencia y ansia de conocer al mundo sensible el hombre ha desarrollado un sistema efectivo de transmisión de conocimientos que, a su vez, sirve como instrumento de interacción con otros microcosmos: el lenguaje.

Considero que el momento decisivo en la historia de la humanidad fue el instante mismo en que se creó la primera palabra, instrumento por el cual la “línea del espacio-tiempo” fue alterada notablemente, ya que el “logos” permitió a su poseedor retener en la mente un fragmento del universo insertándolo en un rincón de la memoria, y de esta manera iniciar la etapa del conocimiento del entorno y su inserción en el plano de las ideas. El mundo dejó de ser “contenedor” y devino en “contenido”.

Ya Stephen Hawkings lo mencionaba en una de sus conferencias, la invención de la escritura marcó un paso importante en la evolución del humano, ya que con anterioridad a su creación la única posibilidad de trasmitir información entre nosotros era a través de los genes, y dicha información residía – o reside – en nosotros, no como conocimiento, sino más bien, como instinto o capacidad física de adaptarse al ambiente.

Con la escritura y el lenguaje en sí, el hombre encuentra la posibilidad de comunicar una infinidad de situaciones de hecho y procesarla para recrear los fenómenos en la mente, e incluso representar objetos no existentes en el mundo material como se demostrará más adelante.

Con este proceso nos convertimos en unos auténticos “Janos” porque a través del razonamiento y de una correcta aplicación del lenguaje somos capaces de sumergirnos y de superar las barreras del tiempo de modo que nuestro actuar está notablemente influenciado por la noción de causa-efecto y nuestras representaciones mentales son el producto de la convergencia de los tres tiempos aludidos. Pero bueno dejemos a un lado estas nimiedades producto de mi locuacidad y pasemos a ejemplos más concretos.

Me agradaría la idea de crear una palabra que significara elevamiento de espíritu, a la cual escribiría como “harceramiento”. De este modo en la oración : “El pueblo mexicano harceró y consiguió destrozar las cadenas del imperialismo” referiríamos un crecimiento en la espiritualidad de la nación. Tendríamos la noción que para triunfar y librarnos de las cosas que nos subyugan hay que “harcerar”. Se desarrollaría talvez una teoría política llamada harceralismo, donde se privilegiara el crecimiento espiritual del individuo y la nación como condición necesaria para el crecimiento moral, social y económico de nuestro país. Desgraciadamente tal como lo escribía el extinto Octavio Paz conocimos un lenguaje donde ya existían los Quevedo, los Cervantes, los Lope de Vega, los Tirso de Molina. El lenguaje otra vez como contexto y punto de partida del ser humano.

Para terminar he de decir que el lenguaje es un medio por el cual el ser humano ha adquirido dicha condición , que es mucho lo que le debemos y que son muchos los retos por tomar. Debemos participar en su constante crecimiento y enriquecimiento, debemos también no limitarnos, no homogeneizar, no generalizar, crear nuevas palabras nuevos significados para tener un conocimiento más acabado de nuestro universo, una conciencia más elevada, un espíritu eterno y voluntarioso, así como un modo de interactuar y aprender cada día más de nuestros semejantes.

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